Llevamos ya un par de días con una niebla pesada no deja ver mucho más allá del día que vivimos. Es una niebla blanca, pero no limpia. Nos envuelve como en un misterio que nadie quiere. No nos deja ver el horizonte, ni el cielo, ni siquiera las montañas tan cercanas.
Y es raro. Porque por aquí solo se ven lluvias de compromiso, de poco tiempo. Lluvias que arrasan. Lluvias que cumplen, pero que no trascienden.
Es como sentirse encerrado, sabiendo que no lo estás. La niebla te encoge el alma, te hace sentir inseguro, vulnerable. Hace que el miedo brote de tu corazón. Pero el miedo no tiene origen. Es un miedo extraño, difuso.
No recordamos brillar el sol. No obstante sabemos que sigue ahí fuera, porque sale y lo tiñe todo de blanco, color del miedo por una vez.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
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