viernes, 9 de noviembre de 2012

Intendencia

Esta tarde, después de dar unos cuantos golpes, he ido de compras. Ir de compras donde vivo no tiene ninguna emoción, porque lo único que se puede comprar es comida y, dentro de ella, tampoco hay mucha variedad. Bien es cierto que en otros sitios la lista de la compra puede prohijar alguna frivolité que en los días no laborables son más apetecibles, pero no es el caso.

En esta tienda nunca cojo carrito o cesta, pues siempre compro cosas concretas, pero hoy llevaba más demanda en mi lista, escrita en la parte de atrás de un ticket anterior. Mi problema a la hora de comprar es que hablo solo. Bueno, en realidad hablo siempre solo, pero en este caso sí es un poco más vergonzoso pues suele haber gente alrededor. Lo he intentado disimular llevando un manos libres para el móvil, pero el esfuerzo no ha mejorado la percepción de mis compañeros de compras.

He comenzado por el principio, es decir, por la fruta. En este súper a la escueta variedad hay que añadirle un cierto retraso en la frescura, aunque a veces se encuentran gangas. He comprado unos caquis y unas peras. Y como ayer vi una receta de crema de espárragos que me gustó, he comprado la materia prima. Estoy bastante emocionado, porque es la primera vez que compro espárragos y puerro y, la verdad, me ha hecho mucha ilusión. Como cada vez que expando mis horizontes. El caso es que no sé cómo voy a hacer lo de la olla express, así que tendré que consultar al oráculo llamado mamá.

También he comprado patatas. El caso es que las patatas que quería las había solo en formato de 5 kg, cosa que representa un inconveniente en el transporte de la misma los días de lluvia y otro en su consumo, hasta el punto que me veo desayunando el citado tubérculo durante tres meses para proceder a su erradicación. Así que he optado por una resultona bolsa de papas colorás de tan solo dos kilos de peso. He tenido la precaución de coger una que estaba disimuladamente abierta, en parte para resarcir al comerciante y en parte para que se acaben antes.

Después he partido rumbo a los quesos y embutidos, parando brevemente en la leche. La elección de los embutidos ha sido complicada, pues no encontraba lo que quería. Afortunadamente eso se ha debido a una incorrecta colocación del jamón york deseado. El problema ha sido la elección de queso, pues el embalaje y la presentación invitaban a salir corriendo. Al final he aplicado la táctica de la democracia láctea y he recurrido al menos malo.

Pero me seguían faltando dos cosas. En los yogures he dudado un poco, pero me he optado por dos paquetes de 4, packs según me informan, de sabores tan sugerentes como el kiwi y el higo. Y luego he buscado algo para el desayuno, momento este en el que se ha repetido la historia del queso. Al final, me he decidido por un paquete de galletas denominado "Galletas con relieve". No tengo ni idea de qué son ni de qué están hechas, ni de si son integrales o diferenciales. Me ha seducido lo de "Galletas con relieve". Eso es lo bueno de las marcas blancas. Son como los medicamentos genéricos, pero entendiendo lo que compras.

Y, al final, he puesto rumbo a la caja, cargado mis bolsas y dirigido mis pasos a casa, con la satisfacción del deber cumplido.

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