Se hace imprescindible pasear por G. ataviado con gafas de sol y auriculares. Sobre todo por lo segundo. Más que nada porque en cualquier esquina te puede saltar alguien vendiéndote algo. O, si no, condenando tu alma por no querer comprarles.
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Feria del libro. Al menos 10 casetas, con permutaciones de los mismos libros. Un desafío a la combinatoria. Libros con taras, en plan outlet, con importantes descuentos, de hasta el 80%. Los mismos restos editoriales de los temas más variados, desde pegatinas de gatos a Constituciones del 31, pasando por los imprescindibles libros de autoayuda, que inevitablemente conducen al psiquiatra, pues profundizan en nuestras heridas si leídos con susceptibilidad. Que es como se leen estos libros.
Tampoco faltan los manuales de informática debidamente obsoletos. Manuales de guitarra con 10.000 acordes de canciones. Coleccionables de periódicos con aquel material menos apetecible. Hasta vinilos de Dire Straits.
Pienso en la cantidad de cosas que se publican y en lo poco interesantes que deben ser, pues diría yo que cada año son los mismos libros los que me saludan.
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Me estoy convirtiendo en un artista consumando de hacer tiempo. Todo por esperar a los consabidos pasteles. Me paseo por el Salón y veo una exposición de esculturas que ha venido a la ciudad. Me disuade de continuar la arena encharcada, casi barro, del suelo. Y, tal como reza el título de la exposición, me siento rodeado.
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Compro yogures para comprar una bolsa para meter la cazadora.
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¿Humor? Como el día. Bochornoso, nublado, gris de otoño. Dejemos de lado la idea de volver a pasar por lo mismo. No hace falta.
sábado, 3 de noviembre de 2012
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Jajaja, manuales de informática, sí señor. Del tipo "Aprenda Microsoft Office", y al abrirlo se percata uno de que las fotos son de MS Office 2003...
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