Hoy ha tocado día de reposo. Porque la noche ha sido toledana. Nos creemos lo más de lo más y una mierda de virus te deja hecho un asco. Pero es lo que hay.
No obstante, he cumplido con mis obligaciones lo mejor que he podido y luego me he recluido en casa, en el brasero, intentando curar con calor aquello que solo se va con tiempo y paciencia, que es justamente lo que no tengo ahora.
Me desespera verme enfermo. Me siento inútil sentado en el sofá, bebiendo manzanilla y viendo pasar el tiempo, puesto que es lo único que me apetece y me recomiendan hacer. La funda se arruga y se escurre y eso me reconcome. Uno, que es partidario de la lisura perfecta.
Intento que todo esté cerca, en la mesa. El portátil, los teléfonos, los mandos a distancia... La tele está encendida durante demasiado tiempo hoy. Yo ahora debería estar haciendo algo productivo, pero no, estoy en el sofá, escribiendo, mientras allá afuera se suceden las reuniones y el viento sopla incansable. Aquí está el invierno.
A pesar de que uno no sabe vivir sin rutina, en estos momentos la veo con distancia, como algo ajeno a pesar de ser tan propia, tan mía, hasta tal punto que no sé si soy yo el que la ha diseñado o es ella la que me retiene. Así que cuando la veo interrumpida me siento huérfano, pero a la vez liberado, como si la curiosidad del qué pasaría si triunfara por una ocasión.
martes, 4 de diciembre de 2012
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Sí, se ha perdido usté hoy el epìsodio de hoy de Pasión de los claustros.
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