miércoles, 26 de diciembre de 2012

Tarde

Bajo al médico. En esta ciudad ya se está perdiendo la solera, y hasta los autobuses disponen de pantallas que te informan de por dónde vas y qué autobuses puedes tomar en la siguiente parada, usando la mágica expresión "correspondencia con las líneas..." Cierro los ojos e imagino ir en metro. Tantos años de obras con algo que puede hacerse con un simple gesto colectivo. En el colectivo, claro.

El oculista me ve muy bien, ensombreciendo mi futuro de venta cuponil. Me sorprende, porque no es poca la matraca que le doy a mis ojos. Supongo que la factura me la cobrarán con recargo. Me molesta el estómago. Las fiestas. Hipocondria, ¿es contagiosa?

Nos vestimos de Reyes Magos visitando unos grandes almacenes. Somos rápidamente despachados y soy rápidamente despachado hacia el súper, aquel destino para apartar a los hombres cuando ya no son útiles. Me ordenan hacer tiempo, pero no lo consigo. Aún así, aguanto pacientemente la primera planta. Esa planta que me prometiste que algún día visitaríamos juntos, pero que al final fue que no. Y, en cierto modo, me alegro.

Tiempo para la artesanía, el autobús lleno y el redundante, pues lo que antes se hacía en 5 minutos ahora se relaja hasta los 30. Pero vemos la ciudad de noche y eso supongo que también hay que pagarlo.

Aunque nos valga el transbordo.

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