Ayer asistí a mi primera junta de distrito. Recuerdo que seguimos en lucha para poder tener una movilidad digna en el barrio. Pero el hecho de trabajar fuera gran parte del año me impide asistir a dichas reuniones.
Podría hablar de lo que allí se dijo, del patente descontento de los vecinos, de los anuncios surrealistas, como la instalación de seis fuentecitas de agua para que no se nos deshidraten los vecinos y los turistas en los rigores del calor granaíno, pero me voy a centrar en las sensaciones que me trasmitió el evento.
En primer lugar, y yo creo que es la idea predominante, yo salí de allí con la idea de que me habían tomado el pelo. Nos han vendido como transporte público un tren pensado para el turismo. A mi, particularmente, me parece fantástico que se pueda explotar el atractivo de mi ciudad con mil cachivaches que paseen a la gente, independientemente de lo horteras que puedan ser y que no peguen ni con cola en el entorno al que van dirigidos, pero pienso que si genera empleo pues podemos darnos por bien servidos teniendo en cuenta la que está cayendo. Pero no se puede pensar que un transporte cuya finalidad es ganar dinero vaya a resolver la necesidad de transporte público que tenemos en el barrio. Eso se resuelve de forma muy sencilla, permitiendo que los autobuses vuelvan a pasar por la Carrera del Darro. No entendemos, no entiendo, por qué estorba al paseante un servicio público que pasa cada 15 minutos y no estorba un tren articulado, que va a ser el doble de grande, acarreando turistas. Seguro que se complicará la ya de por si delicada situación de la Carrera, que se ha convertido en un territorio sin ley en lo que a tráfico se refiere. También podemos hablar del coste económico que tendrá para los usuarios el invento, pues el billete vale 1,05 euros, habiendo que comprarlo en bono de 10. Yo, por mi parte, seguiré yendo a los sitios andando y, cuando no, pues cogeré el coche. Y a contaminar el planeta.
Por otro lado me admira la cerrazón de los políticos. Aunque te puedan dar la razón en tus argumentos, que parece que te la dan pero sin que se note, se niegan a dar su brazo a torcer y a rectificar. Les da igual. Y, cuando se les recrimina su actitud, se lo toman como un ataque personal. Tendrían que tener algo de humildad y no olvidar que su sueldo sale de nuestros bolsillos, cosa que no deja de ser admirable, que te fastidien y encima les tengas que pagar. Me estoy planteando dejar de cumplir con una de la que creo que es mi principal obligación como ciudadano, que es votar en las elecciones. No se si quiero seguir contribuyendo a una farsa, a perpetuar en el poder a personas que miran no por el interés de sus administrados, sino que los ningunean y desprecian. Pienso que deberían tener algo más de vergüenza en ese sentido.
No sé si volveré a ir a otra junta de distrito. Pero lo que seguro que no voy a hacer es dejar de luchar por algo que considero justo. Algo que disfrutábamos y que una decisión arbitraria nos privó hace ya casi año y medio.
viernes, 19 de julio de 2013
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