Recuerdo aquellos tiempos en los que las gitanas de la Catedral repartían romero a los incautos turistas. Les leían la mano, les endosaban el romero y les pasaban una factura o una maldición, según la generosidad del visitante. Y eso que entonces el turismo era, relativamente, un bien escaso.
Ahora, que es la gallina de los huevos de oro convenientemente exprimida por nuestros gobernantes locales, hecho reconocido públicamente y sin ningún tipo de pudor, las gitanas ofrecen sus servicios a los nativos. Quizá el turista, de naturaleza incauta y confiada, ha evolucionado a costa de la filosofía low-cost, que te hace espabilarte a base de bien. Debe ser por eso que, aunque nos vean con paso firme y camino marcado, te abordan con el romero como escudo. Por si alguien pica.
Lo que no sé es si a nosotros nos harán descuento en sus previsiones. La próxima preguntaré a ver.
jueves, 25 de julio de 2013
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