sábado, 7 de enero de 2012

Adioses

La penúltima mañana de libertad es en realidad la última, pues en la última está uno con la cabeza en tantos sitios que ni es día ni nada. A pesar de ello, no me gusta variar mis rutinas, mi preciada rutina. ¿Qué sería de mí sin ella?

Hace una mañana soleada. Si miro al cielo hay alguna que otra nube y las luces de la Navidad, apagadas, como pidiendo una prórroga. La gente me rodea, con sus bolsas y sus prisas. Siguen las tiendas llenas y la gente compra de forma compulsiva la ropa que compró hace un par de días más cara. ¿Por qué tanta excitación por ahorrarse unos euros?

Elijo una calle por la que no pasa nadie, vulgarmente llamadas "calles bolsillo" (sinceramente no sé por qué) y mis pasos se aceleran. El barullo se queda detrás.

Bajo a la plaza de la fuente. Resisten los quiosquillos de artesanía de la Navidad. Me gusta que estén ahí, dan vida. La gente se entretiene entre ellos. Dan vida.

Como siempre, muchas cosas se quedan sin hacer. Otras se quedan hechas. Ya no hago balances, me ponen triste y no quiero estarlo. Hay muchos retos este año que empieza. Tengo sensaciones positivas y sensaciones negativas.

¿Seré capaz de no planificar? ¿De ser el átomo que me siento en este momento, entre tantos otros que me rodean?

Podría intentarlo.

3 comentarios:

  1. ¿La crisis aplicada al senderismo urbanita? Pudiera de ser, pudiera de ser...

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  2. También es cierto que en épocas mejores eran llamadas de la misma manera. Quizá, admirado maestro, sean el equivalente en calle a nosotros.

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