Estaba sentado al sol, como un lagarto, intentando entrar en calor con el suave sol de enero cuando el viento comenzó a soplar. Un viento de otoño, raro para ser esta estación del año. Al momento veo volar hojas, hojas que se creen pájaros, surcando el cielo de la media tarde. Apenas dos o tres que, desaparecida su fuerza, caen suavemente por efecto de la gravedad.
Sorprendido por tan extraño fenómeno atmosférico, decidí prestar algo más de atención. Y vi bajar el viento por la Cuesta de los Chinos. En ese momento, cientos de hojas marrones, de otoño ya muerto, saltaron de las ramas de los árboles rumbo al cielo de la Alhambra, como si fueran pájaros sin alas, como los vulanicos en la primavera, como las bandadas de pájaros del verano.
Pero su sueño volador era efímero. Apenas el viento dejaba de mecerlas en el aire bajaban de nuevo y se posaban en el suelo como recién salidas de una atracción en la feria. Pero había dos o tres que desafiaban a la lógica y bajaban Darro abajo, como si llevaran algún mensaje o no parecieran importar a la Física. Dos o tres hojas que quizá simbolicen algo que no soy capaz de entender, o que quizá lleven un mensaje a aquellas personas que las estuvieran esperando.
¿Me traerá el aire alguna de ellas?
viernes, 6 de enero de 2012
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