Esta mañana he cumplido con una de mis muchas obligaciones como heredero. Concretamente, he visitado la persiana instalada en el antiguo taller de mis tíos, que ha resultado ser nuestras particulares Islas Malvinas.
Precisamente para evitar invasiones futuras hemos reforzado su seguridad y hemos procedido a poner una persiana y, según me han informado, hoy debía proceder a su visita oficial. Yo, que soy muy obediente casi desde antes de nacer, me he dado un paseo y he llegado andando al sitio. Por supuesto, nada de coche oficial, pues soy un heredero pobre.
Al llegar, he introducido la llave en la persiana. Al principio se ha resistido, pues no me conocía, pero al presentarme se ha abierto de par en par con gran efusividad. He accedido al recinto por los cauces habituales, he comprobado que se ha recuperado la normalidad y he salido haciendo las operaciones de forma inversa a la entrada, por aquello de mantener la simetría como constante vital. A la salida pensaba en dar un breve discurso, pero en vista de que no había atril, hacía frío y no había nadie, he bajado la persiana, me he despedido de ella, he comprobado tantas veces como me dicta mi trastorno obsesivo-compulsivo que estaba correctamente cerrada, y he partido con destino incierto, allá donde mis pasos me quisieran guiar.
sábado, 21 de enero de 2012
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