Tras la catástrofe siempre vienen los llantos. Algunas son imprevisibles, pero otras las ves venir a lo lejos. La impotencia ante las primeras la entiendo, pero ante las segundas no la acabo de comprender. Supongo que la estupidez humana no tiene límites, y más cuando no se alcanzan ciertas edades mínimas.
Tras ello vienen las lágrimas y los arrepentimientos, que normalmente no duran y no sirven. Alguna vez sí, claro.
Supongo que a fuerza de palos se aprende, y esos hay que sufrirlos en carne propia.
lunes, 7 de febrero de 2011
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