He de reconocer que tengo un problema. Bueno, tengo muchos, pero el que me ocupa hoy es el del telemarketing. Normalmente solo me llaman gente que se equivoca y gente para venderme cosas. Es un poco lamentable, pero es lo que hay. Pero lo peor es que me gusta. Especialmente si me llaman de compañías telefónicas.
El caso es que estás tan tranquilo en casa, en los momentos previos de la siesta, o bien en el fragor de la batalla en la cocina o limpiando. Y suena el teléfono. Acudes raudo a cogerlo y, o bien no se oye a nadie y te cuelgan, quedándote con cara de gilipollas mientras miras al teléfono, o bien empiezan a darte la tabarra para que contrastes el adsl o te des de alta en el móvil o cualquier milquinienta de esas.
Tras mucho investigar y experimentar, porque hay algunos que saben mucho y hasta te preñan por teléfono, he desarrollado mi propia técnica para mantenerme a salvo de contrataciones indeseadas, una profilaxis del telemarketing que quiero compartir con ustedes, la técnica "¿oiga? ¿oiga?"
La citada técnica, que no voy a escribir de nuevo porque desde la tablet es un poco coñazo, consiste en que, en algún determinado momento de la llamada, sobre todo cuando se siente que te están estrechando el cerco, se empieza a decir "¿oiga?" repetidas veces, como fingiendo que la comunicación se está viendo interrumpida. Y, para apoyar con fuerza el argumento, se puede acompañar con una frase del tipo "vaya una porquería de teléfono, lo tengo que cambiar" o "que malamente que está la Telefónica, esto antes no pasaba". Y, acto seguido, se procede a finalizar la comunicación.
Hasta el momento la táctica funcionaba. Pero hace un par de semanas me llamaron de parte de unos británicos grandes almacenes para ofrecerme un seguro. El hombre me pilló en una hora tonta y le seguí un poco el rollo, pero, llegado el momento, le apliqué la táctica. Pero algo he debido hacer mal, porque desde entonces me llaman todos los días dos veces al menos.
Supongo que habrá que perfeccionar la técnica. O contratar el seguro.
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