Me siento un poco extraño, pues acostumbra uno a ser el objeto de los palos. Debe ser la edad o que por fin la escuela terminó pasando por mí. Por eso, cuando ve los toros desde la seguridad que da estar tras la valla, la sensación es entre divertida por el espectáculo y pesarosa por los recuerdos de cuando era yo el mozo del pañuelo.
Por eso nadie escarmienta en cabeza ajena, porque no atiende cuando la lección es recitada por su compañero. Y cada uno tiene que aprender sus lecciones. Si es que quiere, claro.
viernes, 8 de febrero de 2013
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