Bueno, pues vamos a ello.
Nunca un error en la compra dio tanto juego como las espinacas cortadas. Hoy, para aprovecharlas, he decidido hacer un risotto, pero esta vez con espinacas y no con champiñones, que por ahí debe estar.
Primero, en una sartén, freímos un poquito de cebolla. Cuando esté pochada, añadimos el queso azul y, cuando se forme la pasta típica del recocido, añadimos el arroz. Removemos y añadimos agua, que previamente estará caliente. No olviden añadir sal al agua, a no ser que sean unos sosainas como yo. El truco es que el agua para el risotto debe estar caliente. Como todo lo que se le añada, para evitar romper la cadena de cocción del arroz. Que es como la cadena del frío de los alimentos, pero al revés. Y, mejor, añadir el agua caliente poco a poco, no toda de golpe. Así nos aseguramos que el grano queda en su punto.
En sartén aparte, y con una gotita de aceite, echamos las pastillas de espinaca cortada y, a fuego no muy fuerte y removiendo de vez en cuando, se irán desfaciendo hasta formar una pasta espinacosa de color verde. No asustarse, que es normal.
Y ya solo queda esperar que se haga el arroz. Cuando esté casi, añadimos la pasta espinacosa, la nata previamente calentada, removemos y añadimos queso fundido. Removemos un poquito más y esperamos que se acabe de hacer, añadiendo muy poquita agua si vemos que el arroz todavía no está.
Y a la mesa a comer.
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