La preparación es muy sencilla. En un vaso de batidora ponemos una pizca de sal. Ponemos también 200 gramos de azúcar. Añadimos un vaso de agua, pero de aceite de girasol. Le dejamos un dedo hasta llenarlo. Luego añadimos tres huevos con su clara y con su yema. Los más cachondos añaden también un poquito de cáscara, para determinar quién lo hará la próxima vez. Una vez puesto todo eso, batimos hasta que se forme una pasta bien dulcecita. Vertemos en un bol. Para aprovechar los culillos que se puedan quedar de pasta en el vaso, añadimos un poco de leche, damos un toque a la batidora, y luego vertemos lo que quede. Usando las varillas, lo integramos a la pasta.
Medimos 200 gramos de harina de repostería. Es conveniente tamizarla. Una vez hecho eso, vamos vertiendo poco a poco en el bol, ayudándonos de las varillas para que la mezcla vaya admitiendo la harina. Al final, en las dos últimas cucharadas que nos queden, añadimos la levadura. Una cucharada sopera con poquito colmo será suficiente. Y ya tenemos la masa lista, cuando las últimas cucharadas estén incorporadas, claro.
Aparte, cogemos un molde. Le ponemos margarina para que luego sea más fácil sacar el bizcocho. Cogemos media manzana golden y la cortamos en gajos. Y luego loncheamos los gajos. Finito, por favor. Y lo reservamos.
Y, ahora, vamos a por la tarta. Ponemos una poquita de la masa en el molde. Extendemos bien, ayudándonos de una espátula, teniendo cuidado con las esquinas. Y luego añadimos el loncheado de manzana, procurando tapar toda la masa. Luego añadimos el resto de la masa, intentando tapar bien la manzana. Si asoma alguna, pues no pasa nada. Y, con todo eso, al horno, que previamente hemos precalentado a 200 grados.
El horno es la clave. Los primeros 10 minutos me recomiendan esa temperatura. Y, luego, hasta completar la cocción (30-35 minutos) a 180 grados. Y ojo, no se les queme. Podemos ayudarnos de un palillo de dientes o de una aguja o de cualquier utensilio de meter (preferentemente metálico) para ver la consistencia del mismo y decidir si le hace falta una mijilla más de horno o no.
Al pasar el tiempo reglamentario, con una breve prórroga por si hemos abierto mucho el horno, sacamos y ponemos sobre una tabla de madera, más que nada para no quemar encimeras. Y le espolvoreamos azúcar glasé. Tan solo falta esperar que se enfríe. Y disfrutarlo en la merienda o desayuno.
Ole ole ole, me ha gustado la receta! viva la competencia!! me alegra que te vayas uniendo al mundo reposteril!! tanta crema de verduras es demasiado sano!!
ResponderEliminarUn abrazo
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