Se me ocurre pedir ropa por Internet. Hasta ahí todo correcto. Pido que me la manden al trabajo. Guay. Estoy en casa y me llaman por teléfono.
- Estoy en la dirección y no hay nadie.
- Sí, es mi centro de trabajo. Ahora no hay nadie, pero si espera un minuto estoy allí. Pensaba que repartían por la mañana.
- Ya, pero yo por la mañana como que no vengo y tengo prisa. Voy ahora a esta dirección, vete allí y lo recoges.
- Lo siento, pero me queda fuera del pueblo. Le digo que si espera un minuto estoy allí.
- Y no tienes coche.
- No. (En realidad sí, pero tardo menos andado)
- Pues venga, rapidito que me voy.
Cuelgo el teléfono, salgo como un rayo de casa y me encuentro con un especimen dotado de carnet de conducir (espero que de lo otro no, sinceramente)
- ¿Ah, eres tú? (No sé a quién pensaría encontrarse, la verdad)
- Pues sí, soy yo. (Sorpresa!! me han dado ganas de decirle.)
Le firmo, me da mi paquete y regreso a casa, un poco alucinado por lo sucedido.
PD: La ropa me queda bien.
lunes, 17 de enero de 2011
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