Como cada noche desde que se conocían se sentaron en la mesa camilla. Enfrentados por sus portátiles, pero no por sus corazones, escribían sus ideas en sus diarios. Miradas directas a la pantalla y recíprocas por encima de sus respectivas miopías. Durante más de media hora permanecieron así. Ni una música de fondo, ni una palabra en el aire. Solo el ruido del teclado y una respiración mas o menos profunda, según el cansancio. Una pregunta antes de irse a dormir.
- ¿Habré cerrado el gas?
- Seguramente sí.
Cerraron sus portátiles y, en ese momento, se acabó el día.
sábado, 15 de enero de 2011
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La escena es muy bonita. Pero falta el beso de buenas noches.
ResponderEliminarJo. Siempre nos quedará la Tejera (su simpatía).
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