Dios bendiga a las pizarras digitales. A su inventor, a sus instaladores (misteriosamente siempre de la misma provincia aunque haya 8 horas de coche hasta donde la tengan que poner) al comisionista que con algo se habrá quedado (de algo hay que vivir).
Y suerte a los sufridos profesores que tendrán que aprender y a los cada vez menos sufridos alumnos que las tendrán que usar. Gracias a ellas, el cine en las aulas...
miércoles, 19 de enero de 2011
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