Entro en la sala. No hay muchos alumnos, aproximadamente 15. Es primera hora de la mañana. Se sientan por grupos, por esa especie de magia que tienen las guardias que son una clase en la que no hay clase, pero que se está en clase. Hay quien aprovecha para hacer los deberes que no hizo, hay quien habla y hasta los que se montan una mesa para jugar al fútbol, con publicidad estática y todo.
Pero, de entre todas las personas que pasan la hora me llama la atención una pareja de chicas. Una de ellas es de fuera. Y está siendo enseñada por una de aquí. Sobre una lista de palabras, la nativa va señalando y pronunciando, explicando con mímica a su improvisada alumna qué significa cada cosa, que atiende con gran interés. Se toman como un juego algo realmente importante, están sentando las bases que necesitarán para comunicarse en el nuevo ecosistema que ha acogido a la alumna llegada del lejano oriente. En un momento se toman un descanso, que aprovechan para recordar los números del 1 al 10. Y, sin pausa, vuelven de nuevo a la lista de palabras.
La alumna aprende rápido. Y la profesora, que no es una de las más indicadas para ello, está contenta. Ojalá esto le sirva para valorar la importancia de ser alumna.
martes, 27 de septiembre de 2011
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