Mientras paseo veo a los niños montar en bicicleta. Estos días de septiembre son como una prórroga, un verano de mentira mientras llega la cruda rutina, apenas a una semana de distancia. Juegan felices, dando vueltas una y otra vez al mismo árbol, el solitario árbol que, a pesar de todo, mantiene sus hojas de verde durante el invierno.
El sol se acuesta un poco antes y la noche comienza a extender su cada vez más pesado manto sobre la montaña. En menos de una hora las lucecitas brotarán en el pueblo, mientras yo, sentado a lo lejos, me guiaré por ellas para volver de nuevo a casa.
Camino con prisa. He salido tarde, pero necesitaba oír mi respiración agitada subiendo la cuesta, el sonido de mis pasos sobre el asfalto, el silencio del valle cuando los lugareños ya han vuelto de regar sus huertas y el último gesto que hacen es bajarse del coche para cerrar la valla de la finca. Me siento sobre el quitamiedos y veo un coche pasar. Son antiguos alumnos con sus nuevas vidas que me recuerdan que el tiempo pasa aunque me empeñe en lo contrario. Y pienso en que la arena corre, que el tiempo se me agota, que no hago más que dar vueltas sobre la nada. Y que tengo que hacer algo. Pero cuando estoy a punto de descubrirlo me despierto del sueño y de nuevo me invade la impotencia. Pero ya estoy resignado.
Recuerdo aquellos viejos septiembres, a la orilla de la playa, por caminos de tierra todavía salvajes, llenos de rutina y sopa nocturna. Recuerdo el quiosco de chucherías, perenne en el mismo sitio, y en cómo dejó de ser el lugar de peregrinación justo igual que empezó a serlo. Recuerdo las noches en la plaza y en como empecé a labrarme mi fama, huyendo de las luces del faro, como un extraño barco en mitad de la noche.
Siento que he perdido mi puerto. Y en que cada vez que me acerco a tierra deliberadamente me alejo de ella. Supongo que será un mecanismo de autodefensa, atraído hacia las sirenas que oigo lejos de la tierra. Al igual que esta estúpida tristeza que tengo hoy, que se ha presentado sin avisar y que espero que se vaya pronto.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
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