Es justamente su fragilidad lo que la hace peligrosa. Así como su invisibilidad. Tan pronto se puede estar a un lado como al otro. Incluso con un pie en cada parte.
La delgada línea no solamente delimita un espacio, llega a ser casi un estado de ánimo, un modo de vida, una característica inherente a nosotros. La delgada línea gobierna nuestras vidas, como un férreo dictador que cada vez es más cruel.
La delgada línea se despliega y se convierte en una membrana, que nos envuelve, nos atrapa, nos domina. Nos hace perder la perspectiva, la consciencia de la realidad.
La delgada línea. Esa peligrosa enemiga.
viernes, 2 de septiembre de 2011
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