Sería difícil describirlo. Cuando comencé esta historia, espoleado por mi admirado
maestro, tenía una idea en la cabeza. Va pasando el tiempo y, como no somos inmutables, mal que me pese, vamos cambiando. De textos pasamos a ideas, fotos o chorradas que a uno se le ocurren. Aunque, lo que parece que es cierto, es que las mejores entradas (o ideas) son aquella que no se escriben, que vienen a tu mente mientras haces algo y, cuando quieres echar mano de ellas han volado al cielo de las entradas. O al purgatorio, si no eran lo suficientemente buenas. Quizá el infierno ya está en estas páginas, aunque uno pueda redimirse.
Leo en otros sitios que el microblogging y las redes sociales han hecho polvo la cosa del blogeo. En 160 caracteres siempre cabe un número entero de chorradas y da una inmediatez que no tiene el blog. Enfrentarse al recuadro blanco tiene su miga. Porque no siempre se sabe qué decir y, cuando se sabe, muchas veces las palabras no acuden, solícitas, al encuentro. Solamente cuando se dan las condiciones se produce el milagro.
Tal como la vida misma. Quizá eso sea un blog.
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