La historia que les voy a contar a continuación, fueraparte de ser verídica y haber ocurrido, pienso que debería inscribirse como uno de los momentos épicos de la Historia de la Humanidad, dejando a Marco Polo y a Ulises a la altura del betún.
Hoy, tras una semana de hospital, tocaba volver a casa. He dejado a mi hermana, que toma el relevo, en la puerta del mismo y me he encaminado hacia mi pueblo. El caso es que tenía que dar un poco de vuelta para tomar mi salida de la autovía habitual, así que he decidido innovar, que para eso soy coordinador TIC. Recordé que hace no mucho inauguraron una carretera denominada "Distribuidor Norte", que iba a ser como la venida del Reino de los Cielos en su versión de cuatro ruedas, pues aliviaría el tráfico entre no se qué puntos y permitiría un acceso más rápido a la A-92 desde la zona norte de Granada. Total, que super contento me dirijo yo al arranque de la citada carretera y la tomo como si nunca lo hubieran hecho. La curva, no la carretera.
Tras unos primeros metros ya conocidos, doy la rotonda y, obedientemente, me dirijo hacia el cartel que pone "A-92 Guadix Almería" en sendas líneas sobre fondo azul. Al principio, admiro la carretera todo lo que me permite la oscura y lluviosa tarde. Ancha, dos carriles con un tercero para bus, taxi y senderistas, mediana con su murillo de cemento... pero la alegría dura poco en casa del pobre, o mejor dicho en la carretera del pobre, pues me encuentro con una señal que me corta la ilusión, pues no puedo pasar de 70 km/h. Un tanto cariacontecido sigo admirando la carretera, observando la ley y el velocímetro. Pero, una vez regulada la velocidad, de nuevo una señal me limita la velocidad a 50 km/h, otra me avisa de una rotonda y una tercera me dice que no pase de 30 km/h.
Un tanto sorprendido por la cortitud del viaje veo que, enfrente de la rotonda, hay una urbanización. A la derecha si quiero ir a Granada de vuelta, que no es el caso, y a la izquierda para la A-92. A pesar de que Andalucía sea imparable la carretera se ha acabado en una rotonda y pasa de una magnifica pseudoautovía a una carretera de las de toda la vida y encima dependiente de la Diputación, que es como el eslabón perdido en lo que respecta a importancia de carreteras. Cariacontecido, sigo las señales y, de repente, me veo inmerso en un pueblo. Lamentablemente, no tengo ni la más remota idea de en qué lugar estoy, hasta que me encuentro con la sede de un partido político que me informa de que estoy en Jun, el pueblo 2.0 por excelencia.
Una vez localizado el pueblo y convencido de que la autovía no había por ningún lado, comencé a trazar un plan de salida. Recordé mis tiempos mozos de aprendizaje automovilístico. Si había en Jun algo característico era su mítica rotonda, de un metro de diámetro (si es que llegaba) con un pino que medía otro metro de alto (si es que llegaba) dentro. Esta rotonda era la Tierra Santa de los aprendices de conducción, pues en el periodo de aprendizaje al menos te llevaban una vez. Mi hermana estuvo. Yo estuve. Mi querida archienemiga estuvo. Estuvimos todos.
El caso es que no conseguía localizar el pino, pero callejeando callejeando logré salir del pueblo y tomar una carretera hacia otro pueblo, Pulianas. Y, andando, andando, llegué a otra carretera conocida y de probada solvencia en lo que a salidas de autovía se refiere. Así que seguí ese camino, radar incluido, camino de la autovía que me traería de vuelta a mi casa.
Eso sí, antes me paré para verme la cara de tonto en el espejo retrovisor.
domingo, 20 de enero de 2013
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