Ahí afuera, o lo que es lo mismo hace un rato, hace un frío que pela. El cielo está cubierto, pero el color no panzaburra no presagia nieve. Caen gotitas que no molestan, pero que ensucian las gafas.
Hay montones de basura que ya me saludan. Son gordos y hermosos, tanto que los viandantes hemos tenido que desarrollar un código para cedernos el paso, o bien echarnos al asfalto esperando que algún amable conductor nos compenda. Nuestros regidores dicen básicamente que a ver si se llega a un acuerdo, lo que es casi decir a la sufrida ciudadanía que ajo y agua y que demos gracias a que es invierno y el ciclo de la descomposición se toma las cosas con más calma. No creo que lleguen a ponerse de perfil, porque a algunos se les vería más.
De fondo suena en la habitación grabaciones antiguas en las que se canta en alemán o se toca en ruso. En todo caso de allá lejos. Y de fondo tenemos el ruido de la máquina de las resonancias provisionalmente ubicada desde tiempo inmemorial en el patio. Ruidos agudos que hacen la estancia de los enfermos más entretenida.
En mi ronda por el pasillo de la planta veo muchas habitaciones libres. Espero que por tránsitos mundanos. De hecho, una parejilla de vejetes se despedía de las enfermeras y auxiliares.
Y, paseando paseando, he descubierto la habitación del servidor. Si es que la cabra...
miércoles, 16 de enero de 2013
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