Esta mañana me he comprado una guitarra. Espero que no me pase como con la eléctrica, que me la compré y al final no la estoy usando nada. Pero bueno, como estoy tan engalgado con la española espero que eso no me pase. Llevaba tiempo pensando en comprarla y, un día, mi profe de guitarra me animó a hacerlo. E, inmediatamente, me puse a googlear.
Me decidí por un modelo, Alhambra 4p, ni muy sofisticada ni muy básica. Pero ya se sabe que esas cosas hay que probarlas antes de comprarlas, porque cada guitarra tiene su alma. Aunque parezca mentira, o una superchería, la guitarra también te tiene que escoger también a ti. La verdad es que apenas miré más modelos, y supuse que con ir a la tienda con esa referencia sería suficiente. Tenía un poco de miedo a ilusionarme y luego sentirme decepcionado. Es más, decidí que si no quedaba completamente satisfecho lo dejaría para otro día o miraría en otro sitio.
Así que esta mañana, después de todas las vicisitudes acontecidas, ayudado por mi profe de guitarra y con un tocho de partituras nos hemos plantado en la tienda a ver la guitarra. Afortunadamente, la guitarra que yo quería estaba de oferta, ya es tener suerte, y, apartados en una habitación, hemos procedido a probarla. Y surgió el flechazo.
Comencé haciendo escalas. Ni me di cuenta de que no tenía marcados el quinto y séptimo trastes. Los dedos se movían ágilmente, a pesar de que noto mucho cuando cambio de guitarra. Quizá fueran las cuerdas, quizá el barniz, pero iba muy ligero. Demasiado quizá para un principiante. Pasé por algunos arpegios y por el rompemanos y el vendedor me propuso otro modelo, con más pes y más euros. Pero la sensación no era la misma. Incluso probé otras marcas y modelos, pero la sensación que me trasmitió mi nueva pero antigua guitarra fue única. Hubo un flechazo. Tras seguir tocando lo tuve claro. Y salimos del cuarto sin necesidad de humo blanco.
Habemus guitarra.
sábado, 30 de marzo de 2013
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