jueves, 4 de octubre de 2012

Contingencias caseras

Hoy me se ha roto el microondas. Perdón, he querido decir que se me ha rompido el microondas. Eso pasa por ser de ciencias. Lo de los me ses, no lo del microondas, que eso le puede pasar al más pintado. O a la más pintada.

El caso es que esta mañana he descongelado unas espinacas sin mayor problema pero al rato, al ir a descongelar unos trocitos de cebolla troceada congelada, el aparato ha empezado a hacer una serie de ruidos y lo he desconectado, para evitar males mayores.

Esta noche he ido a descongelar un poco de maíz para la ensalada y me he quedado a observar qué pasaba. Por lo visto el plato no gira y de un lateral salen como rayos, quizá catódicos pero me ha dado cosa preguntarles. Para asegurarme y por aquello de que uno es un temerario, lo he vuelto a poner y he observado la misma situación. Así que rápidamente lo he desenchufado y notificado al CAU-TIC la avería. Me han dicho que reinstale el sistema operativo, pero no tiene enchufe para el pen drive, así que veré qué improviso.

La verdad es que el microondas y yo nunca nos hemos llevado bien. Me parecía demasiado complicado, con tanto botón. Y yo creo que tampoco le caía bien, porque yo soy de toquetear cuando veo botones. Y de ahí viene todo. Aunque la relación se enfrió definitivamente cuando un día fui a calentar una salsa de esas prefabricadas. A pesar de que levanté la tapa, por lo visto con el giro del plato la volvió a colocar en su sitio y llegó un momento en el que el calor la hizo saltar, con un sonido onomatopéyico sordo que me asustó bastante y que me hubiera hecho encaramarme a algo si hubiera habido algo encaramable en mi cocina. Aunque lo de menos fue el ¡Plof!, sino que tuve que limpiar el chisme por completo y se desperdició la salsa, por lo que me tuve que comer los raviolis a palo seco. Cosa que es una experiencia que recomiendo. Es como la criba de Eratóstenes, son cosas que hay que hacer al menos una vez en la vida. Así que desde entonces siempre que ponía el microondas me iba de la cocina, por si acaso. Como aquella vez que puse una olla exprés y empezó a salir tanto vapor que apagué la olla, la retiré del fuego y salí a darme un paseo de dos horas por lo menos. No soy yo partidario de las muertes heroicas.

Y la pregunta es, ¿con qué caliento yo las cosas ahora? Porque si hay algo que nos ha enseñado la vida en el mundo contemporáneo es la imprescindibilidad del microondas en casa del soltero.

En fin, que todo son penas. Primero la crisis, y ahora esto.


2 comentarios:

  1. ¿Ha probado Vd. el recurso del baño de María?

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  2. Pues es que está uno tan inmerso en la sociedad TIC 2.0 que no se acuerda uno que lo tradicional siempre funciona

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