Pasa el tiempo y crece el tablero. Las piezas han ido aumentando, casi sin darme cuenta. Como un buen hacedor, voy buscando encaje para cada una de ellas, pero no lo consigo. Rebusco en los montones apilados sobre la mesa y, cuando creo encontrar la adecuada, la montañita no es del mismo tamaño que el valle.
Miro de nuevo a la mesa. Veo lo que ya está engarzado, islas sueltas sin tierra que las relacione. Me planteo si realmente quiero unirlas o que sigan así. Habría que recurrir de nuevo a los montones, que cada vez veo más grandes y más llenos de piezas inútiles. Me pregunto si otros jugadores sentirán lo mismo que yo, si desearán levantarse de la mesa y olvidarse de encajar piezas.
sábado, 6 de octubre de 2012
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