Se va uno un par de días a andar por esos campos de Dios y a subirse un dos mil, tendré que presumir, creyendo que el silencio del campo le hará relajarse de sus problemas y vuelve con la misma urgencia de antes, sintiéndose como un pollo sin cabeza, corriendo de acá para allá intentando apagar todos los fuegos que van surgiendo.
o-o-o-o-o
Esta curiosa sensación de vivir en el camarote de los hermanos Marx.
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¿Serán fases, o la incontestable imbecilidad del ser humano?
lunes, 15 de octubre de 2012
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