Me duermo viendo una película. Como soy un cinéfilo muy disciplinado acabo de verla y pongo rumbo a la cama. Abro las ásperas sábanas, curiosamente las sábanas viejas toman vacaciones en agosto, y me acuesto con algo de sueño residual. Pero, sorprendentemente, mis ojos se abren al mundo de nuevo.
Antes, un buen programa de radio me hubiera acompañado, o algo de música, pero tan solo oigo mis pensamientos. Y el calor de las malditas sábanas que me ahoga. Abro la puerta, abro la ventana y espero que algo de fresco entre en la habitación y se apiade de mi, pero no aparece la brisa para acompañarme en las noches de verano.
Miro al techo, oigo la gente que pasa por la calle con sus despreocupadas conversaciones de verano. Y el poco sueño que me invadía viendo la película me ha abandonado buscando campos más propicios en los que dar fruto. Será que soy un desagradecido.
O que no se medir los tiempos.
martes, 16 de agosto de 2011
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