viernes, 12 de agosto de 2011
El Castillo
Está abajo y domina todo el pueblo, no solo físicamente, sino quizá también anímicamente. Era visible desde todas las horas del día. Por la mañana, a la hora del baño, en los paseos por agua, en el descanso del banco.
Para acceder a él existía un camino, que quizá con las últimas modernidades se haya remozado. Cerca de él había un bosque, con un río.
Ir de excursión al castillo suponía cambiar nuestra rutina de la mañana, algo que a veces resultaba inadmisible, porque suponía perder el agua del pilarillo de la mañana.
De ahí la dificultad de la elección. Y el hecho de que los humanos, según los sitios, nos volvemos asnos en una noria.
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