viernes, 12 de agosto de 2011

La calle



La calle Real. O calle del Generalísimo. O calle de la República. A fin de cuentas, no dejaba de ser la carretera principal. Los atascos eran míticos, siempre creados a partir de la fórmula coche mal aparcado mas autobús más camión. Otro resultado pudiera incluir tambien camión en vez de autobús. Los guardias se afanaban en arreglar la cosa, a veces hasta el alcalde, walkie talkie en mano, terciaba para arreglar la situación. Ahora todo eso pasó. Hay otra carretera más abajo y la calle principal es ahora un vergel con aceras, maceteros, plantas y gente que pasea sin temor. A eso lo llaman progreso. O calidad de vida. Se ha perdido la emoción del atasco, la incertidumbre de cuándo durará.




Pero hay cosas que permanecen, como el espíritu de mirar, la costumbre de la tertulia en la puerta. La gente sale a la puerta de su casa a hablar con el vecino, a ver lo que pasa. A tomar el fresquito para pasar la noche dentro de casa. Si se tiene suerte, el fresquito también se tiene en casa. Si no, la cosa es más peliaguda y hay que conformarse con un abanico y agua para cuando el sol descansa. Porque la fama es la fama, pero cuando en el pueblo hace calor te puedes echar a temblar.

Con esto de la tertulia se producía el atasco de la noche, pero a nivel peatonal. Con la silla se obstaculizaba la pírrica acera que había, con lo cual el pobre peatón se tenía que pelear con el tráfico para poder llegar a casa. Sortear coches aparcados, coches en marcha, el típico niñato que se paseaba calle arriba y calle abajo con el coche que le habia comprado, bicicletas, ciclomotores y, por supuesto, los corros de conocidos que se saludaban con intensidad. Y para qué hablar del tropel humano a la salida de misa. Misión imposible para el paseador.



Tampoco son de despreciar los fielatos. Señores, pero sobre todo señoras, conocidas que al pasear te paran y preguntan, como estableciendo un registro de lo que pasa, tomando nota de todo y controlando la situación. Es importante conoce su ubicación, sobre todo si se tiene prisa, ya que una parada en el fielato a destiempo te podía suponer quedarte sin tu sitio favorito en la piscina. Todo un arte era esquivarlos.

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