Algo que siempre se podía hacer, algo que a veces es lo único que se podía hacer. Salir y pasear. Saludar gente, bien conocidos, bien desconocidos o, simplemente, compañeros de profesión paseadora. O de la otra, que también había. Armando con una vasera o un vaso plegable, buscábamos la fuente del día.
Porque eso sí, fuentes hay a miles, a cada cual con mejor agua. Por el camino te las encuentras y, ¿como no echar un trago para aliviar la sed, se tuviera o no? No te podías resistir, simplemente era beber por beber. Afortunadamente, eso no es pecado.
Una de las señas de identidad de este pueblo en las montañas es el agua, que se comercializa por todo el mundo. Es el agua de su famoso balneario. Aunque reconozco que nunca me ha gustado, a pesar de sus múltiples propiedades medicinales. Salía en dos chorros, uno más burbujas y otro con menos. Dependiendo del hierro que tuviera. Recuerdo llenar el agua en la vasera a ir a casa, para guardarla para otro momento, para cuando se necesitara.
viernes, 12 de agosto de 2011
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