Pueblan todos los aeródromos del mundo. Mayoritariamente son hombres, pero ya se empiezan a ver más mujeres prisudas aeroportuariamente hablando. Van vestidos de traje y corbata y con maletín en mano, arrasan en las cintas de transporte, pidiendo paso o directamente empujando al despistado turista que, como usted y yo, acaba de llegar al aeropuerto, un aeropuerto que no conoce, que le resulta frío, extraño, inhóspito y donde ser honrado le sale a uno por un pico.
Se caracterizan por su actitud de resople continuo. Mientras la amable azafata te explica por tercera vez lo que tienes que hacer una vez dejes la maleta y ves como se pierde y te preguntas con lágrimas en los ojos si la volverás a ver, el prisudo aeroportuario resoplará múltiples veces lanzando en voz baja violentos insultos hacia ti y tu torpeza. El caso es que su necesidad de tener prisa le impulsa a saltarse las colas y las cintas, bajo la mirada aprobadora de los controladores de la seguridad. Sáltese usted, pobre turista, una de esas cintas y será castigado con violencia inusitada.
Normalmente, una vez pasados los controles si dirige a un Duti Fris concreto y compra un periódico y alguna otra cosa que le haga parecer chic. Y se va a la puerta de embarque a esperar. Generalmente de pie, para poner nervioso a todo el mundo que pacientemente espera sentado. Da paseos cortos y se vuelve sobre sí mismo. La próxima vez que viaje fíjese y verá como en las puertas de embarque hay losetas que están un poco más gastadas que otras. Eso es efecto de estos sujetos tan peligrosos.
Una vez en la cola para entrar al avión, cuando se efectúe el embarque, estará el primero en la cola y se colocará en su asiento, cabreándose con sus demás compañeros de avión por su lentitud. Llamará a la azafata para pedir algo de comer y que se vea que él domina el tema. Irá al servicio y entrará con cara de seguridad, sin temor a romper nada, no como el resto de mortales, que preferimos mearnos encima antes de tocar algo y que se caiga el avión. Y antes de que el avión aterrice estará en la puerta, con el cinturón quitado y hablando por el móvil de cosas que parecen super importantes. Casi seguro que su maleta sale la primera y muy posiblemente el taxista ya sabrá a dónde llevarlo.
La verdad es que el prisudo aeroportuario es uno de los seres más impertinentes que se pueden encontrar. Pero ya sabe, no se deja avasallar. Que aprenda que no por mucho correr el avión éste va a salir antes. Ése es el triunfo del turista despistado. Y en eso no nos ganarán nunca.
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