Cogí la llave, pero no abría la puerta. Claro, me equivoqué. Pero tampoco hubiera pasado nada, porque ella no estaba allí. Estaba en la sala del ensayo. Me di cuenta cuando quise entrar al aula de percusión por la otra puerta.
Y el caso es que allí la descubrí, detrás de la columna. Como esperando que llegara alguien, esperando que esta tarde alguien por fin le hiciera caso, pues mucho me temo que llevaba toda la semana huérfana de notas. Y entonces, aparecí yo.
Estaba perfectamente ordenada. Como nunca. Tanto que me dio algo de cosa mover los charles un poco, ajustándola a mi gusto. Pero, ante todo, uno debe estar cómodo. Encendí las luces adecuadas, saqué la partitura y las baquetas, y empecé por el final, concretamente por los tombs. Y allá que me puse con mis baquetas, intentando no cruzarme y respetar el orden marcado. Y creo que, en los más sencillos, lo conseguí.
Tras un buen rato de movimiento, paré para descansar. Y, a pesar de que la columna me tapaba, creí ver una sala llena de gente, de músicos tocando sus partituras, llenando el aire de la gran sala de notas. Músicos experimentados, músicos jóvenes, haciendo saltar de la partitura las notas que fueron en ella colocadas.
Pensé en la suerte que tenía en poder estar allí, en disfrutar por un rato de la sala donde nace la música. En la sala en la que comienzan mis sueños.
miércoles, 25 de abril de 2012
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