He de admitir que me equivoqué. Y, al final, todo ha cambiado para que siga igual. O peor.
El alambre se estrechó aún más, pero ahí sigue el equilibrista, con su vara y subido en su triciclo, haciendo los mismos juegos malabares de siempre. Se quiere convencer de que hay red, aunque sabe muy bien que no la hay. Tampoco le importa, sabe bien que no se caerá.
sábado, 21 de abril de 2012
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