viernes, 6 de abril de 2012
Silencio
Son las doce de la noche cuando la luz de una linterna asoma debajo de las campanas, en la torre de San Pedro. Dos tañidos de campana y la luz se apaga. Tan sólo se oye el silencio y el ruido del agua del río Darro, cuando se abre la puerta de la iglesia.
Sale la cruz de guía y, justo detrás, el ronco tambor que acompañará al cortejo durante su recorrido y que no dejará de tocar la misma melodía hasta que regrese a su casa, en San Nicolás. Un desfile de penitentes de negro comienza a salir de la iglesia. Algunos van descalzos. Otros, con cadenas y cargando cruces de madera.
Cuatro sencillos ciriales portan velas que anuncian la salida del paso, con la cruz doblada para pasar por el estrecho arco que lleva al atrio. Una vez fuera, la cruz se va levantando poco a poco, mientras las velas proyectan la imagen en la fachada de la iglesia y del convento de Zafra. En ese momento es cuando resuena el sonido del llamaor en el valle del Darro. Suena por tres veces. Y es entonces cuando el paso se levanta y los costaleros lo llevan a la Carrera, camino de Granada.
Desde el puente se ven las sombras reflejadas en las casas de la Carrera. Sombras de penitentes que avanzan despacio, escoltando la canastilla que tallaran las mismas manos que con el mismo amor me cuidaron durante tantos años. Muy despacio, pasa ante mí y oigo las órdenes del capataz, el suave arrastrar de los pasos y el ligero crujir de la madera. Pasa ante mi y veo la luna sobre la Alcazaba, iluminando la noche y el paso y pienso que no puede haber foto más bonita en el mundo. Es una foto que tengo siempre viva en mi mente.
Y es entonces cuando el capataz levanta el paso y se pierde de mis ojos, justo tras la esquina de la casa, camino de Plaza Nueva. Tan solo queda el sonido de los militares que lo escoltan, con sus fusiles al hombro.
"Cristo de la Misericordia, Granada te espera"
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