martes, 17 de abril de 2012

Vacío

Hubo un día en el que cada despertar tenía un sentido. Cada día era un eslabón de una cadena, que se sabía finita, pero muy larga. El sol salía y se ponía, dejando paso a la luna que, aunque fuera nueva, iluminaba mis noches con el sueño que perseguía. Sueño que surgió aquél preciso día que no recuerdo, aquél día en el que, con muy corta edad, planifiqué mis días sobre este mundo.

Los eslabones fueron cayendo, uno a uno. Algunos con más facilidad que otros. Pero todos se fueron desprendiendo, dejando ver al hombre libre que surgió de aquél niño que se encadenó a un sueño que a base de trabajo, sudor y muchas lágrimas, alcanzó una tarde de julio.

Luego surgieron otros horizontes, otras metas que lograr y que se alcanzaron. Y, entonces, ese hombre se sintió vacío. Un vacío tan grande que no es capaz de rellenar, por más que intente taparlo con electricidad y corcheas. Un vacío que desconocía y que le destruye. Un vacío tan aterrador contra el que no sabe cómo luchar.

Precisamente él, que no ha hecho otra cosa en su vida.

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