Tras el poleo, se pone uno en situación de presiesta. Todavía no ha llegado el calor, y uno se puede permitir el lujo de subirse a la terraza a que el sol le acaricie con sus rayos primaverales. Se saca la hamaca, se busca un libro (sobre geometrías no euclídeas mismamén) y procede a relajarse.
Pero, de repente, un grito rajao llena el valle del Darro. Se trata de mis queridos vecinos de la terracilla, que están en cambio perenne, pero que mantienen tradiciones como la barbacoa sabatina, caracterizada por su falta de habilidad en el encendido de los carbones y el consiguiente atufe a la vecindad.
Al menos hoy están siendo algo más torpes con el carboncillo de la barbacoa, pues por lo visto no se aclaran. Además, me tienen un trajín con un saco de patatas que ciertamente me preocupa, pero como yo no tengo que subir ni bajar nada, me quedo más aliviado. Aunque una papa asada sí que me comía yo ahora. Con un poquito de sal y pimienta. O con ali-oli...
En fin, que les aproveche. Y luego me quiero yo comprar una casa con terraza.
sábado, 21 de abril de 2012
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