Ayer se me rompió la cisterna. Justo después de mingitar, apreté el botón y volví a mis quehaceres. Pero el ruido de la cisterna no acababa. Hasta que, al final, decidí investigar lo que pasaba y descubrí que algo iba mal, pues aquello parecían las cataratas del Niagarra.
Alarmado, corté el agua y me puse a investigar. Concluí que el flotador no podía ser, y vi que había una pieza central que, una vez accionado el botón, levantaba la tapa del delco y al agua descendía a los infiernos, arrastrando consigo mis miserias líquidas. El caso es que la citada abrazadera estaba rota y concluí que lo mejor sería llamar a la suegra de mi casera, que es un encanto y que todo lo resuelve enseguida. ¡Ojalá me tocara una así!
Dicho y hecho. Esta tarde ha venido el fontanero, que ha sustituido la pieza en cuestión. Para ello, ha tenido que separar la cisterna de la taza y casi me he tenido que refrenar para no limpiarla por detrás. Prudentemente, me he quitado de enmedio y he recogido la ropa y, en un pis-pas, me han avisado para recibir las pertinentes instrucciones. Si hay algo del siglo XXI que me encanta es que cualquier cosa, por sencilla que sea, siempre precisa de algún tipo de instrucción. Y así, me ha comentado que mi nuevo pulsador es un pulsador inteligente, que ahorra agua. Tan solo hay que tenerlo pulsado el tiempo adecuado. La verdad es que esto le quita inteligencia al botón, pero por ser el primer día no nos vamos a poner tiquismiquis.
Y eso ha sido todo. Una pasada de fregona para quitar la suciedad del proceso y volvemos a la normalidad.
Voy por el champú.
lunes, 21 de mayo de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario