Vivo en una isla de tiempo, en un noviembre rodeado de mayo. Mis pasos cambiaron la dirección hacia la montaña, la que me acoge cuando no sé donde ir, la misma que me da fuerza cuando estoy débil. Estoy cansado, pero la fuerza es grande que me impulsa a seguir.
El viento susurra a los árboles los secretos del valle. Yo presto atención, pero no soy capaz de comprenderlos. Soy un extraño a fin de cuentas, incapaz de imaginar la vida que se oculta cuando me acerco y que brota de nuevo cuando ya he pasado.
Tan solo el agua se apiada de mi, con su murmullo, que me relaja y me invita a cerrar los ojos y escuchar. Escuchar con la esperanza de oír.
domingo, 20 de mayo de 2012
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