A veces te mataría a abrazos. A veces te comería a besos.
Sabes que te quiero, pero realmente, no se muy bien por qué.
Y eso me destroza el corazón, me rompe el cerebro, me arrasa las entrañas.
Me dejas indefenso. Juegas conmigo y lo sabes. Quemas mi cuerpo, mi alma... y cuando no soy más que un cuerpo indefenso, vienes en mi rescate. Y yo me dejo rescatar, caigo en tus palabras y en tus gestos, y entonces, en vez de resurgir, caigo aún más en mi desgracia, ahondando mis heridas, casi tan grandes como mi cuerpo, colección de llagas purulentas e infectadas, putrefactas, como mi alma y mi vida desde que me acerqué a ti.
No sé como evitarlo...
Pero es que tampoco quiero.
martes, 16 de noviembre de 2010
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