Anoche, antes de dormirme, pensaba en que hay rachas en que todo son problemas. Solamente hay malas noticias, y no me refiero a la crisis o a los recortes. Es como si, socialmente, estuviéramos en una etapa de decadencia. Y quiero pensar que no es por motivos económicos. Bien es cierto que una economía saneada no da la felicidad, aunque ayude bastante, pero tengo la creencia de que, tengamos más o menos dinero, debemos permanecer dentro de unos parámetros acordes a nuestra condición de seres humanos, aunque cada vez lo seamos menos.
Pensé en mis alumnos, en lo complicado que lo tienen para seguir adelante. Con una enseñanza que no es nada del otro mundo, rodeados de drogas, sin apenas alternativas de ocio real, entendiendo el ocio como una manera de expandir la mente y relajarse, no como una forma de dañar cuanto menos el hígado. Al menos algunos de ellos se harán expertos en jardinería. Si es que o hay mal que por bien no venga.
Luego pensé en nosotros. No me molestan en exceso los sacrificios que tenemos que hacer, aunque reconozco que no me gusta que me jodan figuradamente. Lo peor es que parece que no hay salvación y, encima, los responsables se irán de rositas sin que aquí pase nada. Es la maldición de la clase media.
Y, encima, normas absurdas impuestas por el capricho de quienes nos gobiernan, ya sea a nivel más cercano o lejano, para su beneficio personal.
Por eso la alternativa que se me ocurre es la de la avestruz. Reconozco que no es muy valiente, pero es la de los que no somos capaces de luchar porque, en el fondo, creemos que nuestra batalla está perdida, porque esa lucecita de la esperanza se apagó hace tiempo, aunque a veces la creamos ver brillar allá en el horizonte.
viernes, 4 de mayo de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario