Salgo de casa oculto tras mis gafas de sol y mis auriculares. No hace demasiado calor, pero tampoco demasiado frío. Esa temperatura antipática que hace que parado tengas frío y andando tengas calor.
Llego al centro. Mucha gente por la calle. Gente distinta. Peinados distintos. Gente que ofrece romero para una mano y busca la felicidad en la otra para pardillos con cámara fotográfica al cuello. Señoras mayores vestidas inapropiadamente, que hablan impunemente con sus móviles. Parejas mayores, de mediana edad, jóvenes. Con niños, con nietos, solas. Gente que se manifiesta, por los más variados motivos. Gente que grita. Gente callada. Gente. Jóvenes con bolso en el brazo. Jóvenes con bolsas. Gente sentada en los bares, esperando las caricias del sol de primavera. Despedidoras de soltera vestidas de Minnie Mouse, con orejitas y todo.
Paseo entre ellos en un cierto tono sepia. No soy como ellos. Me siento extraño en mi propia casa. Yo antes era como ellos, pero hubo un día en que los abandoné y no se seguro su algún día volveré con ellos. No espero que una de esas caras cambie al verme. Los observo con una cierta curiosidad. Veo a dos personas. No me conocen, pero yo a ellas sí.
sábado, 26 de marzo de 2011
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