Para mantener los pies en el suelo y para que no se me suba a la cabeza la poca autoridad que me puede quedar, dos tardes a la semana voy a aprender un interesante idioma extranjero.
La enseñanza de idiomas extranjeros se basa en un método del que no recuerdo ahora el nombre pero que mi santa hermana me explicó una vez y que yo entendí como "aprender por ósmosis". Es decir, a partir de hacer el chorra un rato se supone que en 5 años ya sabes gramática y todas esas cosas.
El caso es que esta tarde para aprender algo de gramática teníamos que describir la cara que ponían unos actores. Pues parece como si un amigo le hubiera traicionado. Pues parece que es un policía que ha visto un coche lleno de adolescentes. Pues parece que es un policía esperando que un conductor le enseñe su carnet de conducir. Pues parece un niño que ha soltado un pájaro que había en una jaula... y esto ¿para qué me sirve a mi cuando vaya al extranjero? Cuando quiera recargar la Oyster en Londres, ¿le pongo cara al tío de recárgame la Oyster? ¿Qué expresión corporal he de poner? ¡Las dudas me corroen!
Pero lo peor estaba por llegar. Nos han puesto unos sonidos y teníamos que decir a qué se parecían. Sale un gato maullando. ¿A qué quieres que se parezca? ¡Pues a un gato maullando, Dios bendito!
No solo me toca padecer un sistema educativo infame con unos métodos pésimos como profe, sino también como alumno.
Es el sino de ser un pringaillo...
jueves, 17 de marzo de 2011
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