Me paro enfrente de una tienda esperando a mis acompañantes. Me sugieren que me vaya, que siga paseando. Les queda un rato. No me queda más remedio que practicar uno de mis más apreciados deportes, hacer tiempo.
Observo que el pequeño comercio muere y renace. Las tiendas de fotografía dejan paso a las tiendas de camisas. Otras tiendas, bastante decadentes, se convierten en pequeños imitadores de emporios parisinos. Hay que reinventarse en esta época de cambios y crisis.
La misma canción resuena en mi cabeza. A fin de cuentas, no soy más que un electricista, quizá con algún plomo fundido. De tanta sobrecarga he dejado de funcionar bien. Properly sería la palabra.
Recojo a mis acompañantes. Preestrenamos una calle, con sus maceteros, su pavimento nuevo y su placa por descubrir. Quedamos citados para la inauguración. Próximamente en su retina. Abortamos una cerveza y recogemos los paquetes tradicionales del sábado mañana.
Y a casa...
sábado, 26 de marzo de 2011
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Una cerveza no se aborta, por Deus, salga Vd. a la calle y desagravie. Otro asunto: todavía estoy asimilando el email que Vd. me dirige con ocasión del actus examinandi de ayer. No esperaba menos de nuestros alumnos. De alguna manera pienso que Vd. me envidia por esos vítores admirativos, hacia John Locke, mi persona y el claustro en un sentido genérico. Me permito recordarte ( permíteme que te tutee, a causa de mi edad más mayor) que la envidia es mu mala... Te agradezco que me dejaras parte de tu clase para la realización del examen. De veras, y sabré recompensártelo. Yo sé que en Mats. siempre vais ajustados de tiempo. Así que no tengas cortedad en pedirme que yo te deje mi clase del viernes. Muchas gracias, de verdad.
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