Cuando era más joven de lo que soy siempre pensé que todos mis problemas se resolverían. Así, sin más. Pensaba que cuando fuera adulto o, al menos, menos joven, mi vida sería tranquila, sosegada, sin preocupaciones...
Por supuesto no pensaba yo que la cosa iba a ir así. Cuanto más avanzo menos resultado saco. Tanto luchar por la comodidad y resultó que cada día que pasa estoy más en la cuerda floja, menos seguro de mí y con más frentes abiertos. Apenas se cierra una pequeña batalla se abre otra un poco más grande.
Quizá debiera simplificar las cosas y dejar que sucedan siguiendo ese natural orden fingido que parece rodearme desde siempre. Y no hacer caso de nada, salvo del sol que salga cada mañana y de la luna que ilumine el cielo cada noche. Dejar de ponerme plazos absurdos, fechas que no significan nada y otras loro-chocolatadas.
Tomarme la vida con un poco de pasotismo, de indolencia. Tampoco mucho, claro.
A ver cuánto tardo en arrepentirme...
martes, 15 de marzo de 2011
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