Sobraba tiempo y tenía una idea en mente. Esa combinación de factores que nunca se da. Lástima de boleto de lotería ausente.
El lugar estaba desierto. Encendió la luz y el ordenador. El teclado estaba roto. Cada pulsación hacía vibrar el teclado tanto como sus ideas su mente. Cada golpe, seco, típico, era un pensamiento en su cabeza.
La soledad del sitio magnificaba la (poca) importancia de lo que escribía. Y no dejaba de ser una continuación de lo vivido anteriormente.
Como una ola gigante que amenaza con envolverte...
jueves, 10 de marzo de 2011
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