Películas

Acabo de ver una película de David Lynch que me ha confirmado lo que vengo sospechando desde hace mucho tiempo: soy tonto.

La cosa empieza con un accidente. Resulta que la accidentada sale corriendo y se refugia en una casa que se queda vacía, pero que en realidad es prestada a una chica que resulta ser sobrina de la dueña. Fíjense qué gana de liar a la gente, con lo que me lío yo con las familias. Bueno, el caso es que las dos señoras se conocen y la accidentada le cuenta a la otra que no se acuerda de nada, pero se saca del bolso un fajo de billetes de 100 dólares que como los pillara Obama se iba a poner la mar de contento con la que tiene liada, y una llave azul triangular. Total, que ponen a investigar y, como el que no quiere la cosa, acaban liadas. ¿Quién no se ha liado alguna vez con un amnésico/a? Y en mitad de la noche, la amnésica se despierta y lleva a la otra a un club, llamado Silencio, donde la peña está, siendo benévolos, un poco ida de la olla. Pero curiosamente encuentran un monedero y dentro del monedero una caja cuadrada que, casualidades de la vida, abre la llave azul. Vuelven a casa y la amnésica se queda sola. La caja la abduce y se convierte en la rubia. Y ahí ya me he perdido un poco, porque resulta que ahora la vida de la amnésica es como la vida de su amiga y a la inversa. Y la cosa se lía y se lía y se relía y no digo como acaba más que nada por no fastidiar el final de las películas, que como a mi no me gusta que me lo hagan, pues lo evito siempre que puedo.

En fin, ahora a ver si duermo intentando aclarar esto...