Ahora, casi no recuerdo. Tengo mucha música digitalizada, en parte propia y en parte... también propia. Sigo experimentando una especie de síndrome de Diógenes musical, colecciono todo aquello que suene que llegue a mi alcance. Pero ya no es lo mismo. No hay libretos, con ese característico olor a tinta. Ya no busco entre los papeles las letras de las canciones. Ahora está todo a un solo click de distancia. Ya no tiene emoción intentar recordar en tu mente una canción hasta que consigues encontrarla entre la marabunta de soportes que tengo, basta con mirar en Youtube. La inquietud de buscar, buscar y la alegría de encontrar ya no tiene sentido. Está todo ahí, solo basta con cogerlo.
Por eso nos hemos convertido en una especie de consentidos, huéspedes de la vida fácil, desanimados ante cualquier problema. Porque tenemos todo lo que queremos, incluido lo que más queremos, al alcance de la mano.
Aunque no siempre podamos verlo...
domingo, 6 de marzo de 2011
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