Entro a casa. Uno de los baños tiene mal olor. Voy a la cocina, donde tengo de todo porque soy un amo de casa estupendo lerendo. Elijo el ambientador "Spa". En el bote, veo a una señorita sugerentemente tumbada boca abajo con dos o tres cantos rodados de color negro en su espalda. Cojo el bote y, como decía aquel, rociamos con profusión. Un interesante aroma brota ahora de dicha estancia de mi casa. Vuelvo a mis quehaceres y una nube de aroma a ambientador se cierne sobre mi, como la nube radioactiva de Chernobyl. Lo que comenzó como una inocente brisa se ha convertido en un pestazo impresionante a "spa". Me empiezo a acordar de la señorita y de sus piedras.
Lo peor es que no encuentro el desambientador.
martes, 3 de mayo de 2011
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